A través de mi vida he aprendido muchas cosas, todas las
cuales se pueden sintetizar en dos grandes principios que iluminan mi actuar
cotidiano: 1. No matarás ni volverás a tomar terremotos, y 2. Cualquier cosa se
vuelve automáticamente mejor con maracuyá.
Del primer axioma no hablaré, pues es una conversación que
se puede volver demasiado gráfica demasiado pronto; pero sí me referiré a la
segunda máxima: el maracuyá mejora todo lo habido y por haber. Lo que es malo,
lo hace bueno. Y lo que es bueno, lo hace muy bueno.
Caso en cuestión: la torta de tres leches.